escanciador de Palabras
viernes, 31 de enero de 2014
Amor
miércoles, 1 de junio de 2011
futuro incierto
Jürgen encendió un cigarro. Lo necesitaba. Valencia le agobiaba. Le pasaba cada vez que visitaba esa ciudad. Y más aún ahora, con la feria del libro en su apogeo y toda la gente apelotonada entre las casetas. Además estaba enfadado. El cargamento había llegado tarde. Ese puto barco siempre se retrasaba. Aunque la culpa la tenía el capitán, vividor donde los haya. Había sido acusado por violación y todo. Cada mes, Jürgen se replanteaba volver a trabajar con él. Se acordaba de cuando era pequeño y no encajaba en su clase. Con nadie. Y ahora aquí está, esperando. Por fin, media hora después el barco llegó.
Sube a bordo y baja hacia el almacén. Se planta delante de la puerta, como dudando. La abre. Docenas de ojos se abrieron a la vez, fijos en los suyos. Iba a ser difícil elegir esta vez. Entra y cierra la puerta.
lunes, 30 de mayo de 2011
sábado, 12 de febrero de 2011
la vida (no) es así
Este relato ha sido escrito por Cuervo, blogger invitado a Escanciador de Palabras:
(http://graznidosdecuervo.blogspot.com/)
domingo, 26 de diciembre de 2010
sangre
jueves, 10 de junio de 2010
OTRO LADRILLO EN EL MURO (P.F.)
miércoles, 9 de junio de 2010
el ladrón de historias
El primero dio un paso adelante y le estrechó la mano.
-Bienvenido, señor Fredrikson. Mi nombre es Hannigan. Pero puede llamarme Jack.
No sabía el motivo, pero ese hombre le causaba escalofríos.
-¿Sabe por qué está aquí, señor Fredrikson?
Su voz, tan grave y tan imponente, le hacía recordar a la de su padre. Ese hombe le daba miedo.
-Deduzco, por su silencio, que no. Ruego me disculpe si los métodos utilizados por mis hombres para contactar con usted y traerle hasta aquí han sido...poco ortodoxos.
¿Poco ortodoxos? Le habían secuestrado a plena luz del día, cuando salió de su casa para ir a trabajar. Le habían puesto una bolsa en la cabeza y le habían metido bruscamente en una furgoneta.
-No tengo dinero- logró decir.
-No nos importa su dinero, señor Fredrikson- anunció el tal Hannigan tras una breve risa.- Nos importan sus historias.
-¿Mi...mis...mis historias?
-Eso es. Sus historias.
El desconocido se sentó.
-Así que ya puede empezar.
-¿Empezar?
Cada vez estaba más nervioso. ¿qué esperaba ese hombre de él?
-Sí, empezar. Cuénteme una historia. La que usted quiera. Invéntese un cuento. No se queje, más fácil no se lo puedo poner.
¿Estaba hablando en serio? ¿Esa gente se había tomado tantas molestias solo para escuchar una historia? ¿Le habían secuestrado para ver cómo un don nadie como él les contaba un cuento? Logró hablar de nuevo:
-Disculpe, señor Hannigan, pero no sé de qué me está hablando.
-Es muy fácil. No hay que saber nada. Solo tiene que inventarse algo. Y contárnoslo. Una historia, una aventura. Puede usted incluir a tantos personajes como quiera. Puede ser una comedia, un drama, incluso un musical.
-¿Por qué?
-¡Qué importa eso! Usted hágalo. Y no me haga perder más tiempo. Ni a mi ni a mi amigo. Oh, pero qué maleducado he sido. No le he presentado a Robert.
Miró hacia el otro hombre, ahora ya un poco menos desconocido. Se sobresaltó al ver que empuñaba un revólver que le apuntaba.
-Robert pierde los nervios fácilmente. No querrá usted que se le dispare el arma, ¿verdad? Pues adelante, empiece. ¡YA!
-Está bien- espetó nervioso.- Érase una vez...
-¿En serio? ¿De verdad quiere empezar por Érase una vez? Puede hacerlo mejor.
Los sudores fríos iban ocupando cada vez más partes de su cuerpo. Su cerebro trabajaba a toda velocidad, aunque miraba de reojo a Robert y su revólver, cuya trayectoria seguía hacia su dirección.
-La gente le decía que cómo era posible que se hubiese enamorado. "No la conoces desde hace tanto tiempo", le espetaban. Pero a él le daba igual. Esa chica de pelo castaño le había cautivado...
-Pare. Una historia de amor es demasiado fácil. Vuelva a empezar. Y esta vez lo hará mejor, lo presiento.
No se le ocurría nada. Y parecía que ese hombre no se contentaba con cualquier cosa, aunque parecía fácil cuando se lo explicó. Su mente seguía trabajando a marchas forzadas. Comenzó otra historia.
-Laura salió de clase a las nueve menos cinco de la tarde. Llevaba todo el día pensando en esa hora. Deseando que llegase. [...] Ese día le vio por primera vez. Era un hombre que vestía de negro, con el pelo largo y que llevaba una gorra de baseball. Estaba apoyado contra la pared. No le dio importancia el que se hallase allí. Sería cualquier amigo o familiar de cualquier alumno que, como ella, salía a esa hora de clase. Así que siguió caminando despreocupadamente sin percatarse de que el hombre alzó la vista y la siguió con la mirada, observándola hasta que dobló una esquina y desapareció por la calle adyacente...
-No me diga más. La chica acaba muerta y el misterioso hombre es la muerte que venía a por ella. Déjese de historias con final predecible. Quiero una historia buena. Quiero oir la mejor historia jamás contada, no me vale cualquier cosa. Le doy una última oporunidad. O, mejor, se la da Robert.
Cada vez veía más cerca su muerte. ¿Qué pretendía ese hombre? ¿De verdad quería escuchar una historia, o estaba simplemente jugando con él? Procuró relajarse un poco, aunque no era nada fácil. El dedo de Robert seguía en el gatillo. Su imaginación voló, en pocos segundos, a varias situaciones y mundos. Pero ninguna le convencía. Bueno, ninguna le convencería a Hannigan. Se le ocurrió una cosa. No, no funcionaría, presentía. Pero aquellos hombres se impacientaban. Que sea lo que Dios quiera.
-Se trataba de una sala oscura. Y pequeña. Los dos hombres le estaban esperando. Uno de ellos permanecía de pie. Vestía un traje oscuro, muy elegante. Iba bien peinado, calzaba unos zapatos italianos y desprendía un aroma a perfume. Se notaba, pero no cargaba. El otro esperaba sentado en uno de los dos sillones de la sala. [...] Cada vez veía más cerca su muerte. ¿Qué pretendía ese hombre? ¿De verdad quería escuchar una historia, o estaba simplemente jugando con él? Procuró relajarse un poco, aunque no era nada fácil. El dedo de Robert seguía en el gatillo. Su imaginación voló, en pocos segundos, a varias situaciones y mundos. Pero ninguna le convencía. Bueno, ninguna le convencería a Hannigan. Se le ocurrió una cosa. No, no funcionaría, presentía. Pero aquellos hombres se impacientaban. Que sea lo que Dios quiera. Y les contó su historia, la mejor que habían escuchado jamás. Esa misma historia. No había otra. Fin.
-¿Sabe qué? Me ha sorprendido. No pensé que tuviese tanta imaginación. Pensé que tendría que matarle tras otra mierda de relato. Pero esto no me lo esperaba. Es fantástico. Gracias, señor Fredrikson. Aunque... no me gusta el final. Demasiado abierto. Pero no se preocupe, no le voy a hacer pensar más. Ya lo pongo yo.
El disparo apenas le dio tiempo de sobresaltarle.