martes, 9 de febrero de 2010

mariposas

La gente le decía que cómo era posible que se hubiese enamorado. "No la conoces desde hace tanto tiempo", le espetaban. Pero a él le daba igual. Esa chica de pelo castaño le había cautivado. Cada vez que la recuerda, las mariposas de su estómago comienzan a revolotear, como si de un mecanismo conectado con su cerebro se tratase. Recuerda su preciosa sonrisa. Su forma de ser. Sus besos, tan húmedos y acompasados con los suyos. Sí, estaba enamorado. ¡Que se callen los demás!

Pero hay una cosa que tiene el amor: que puede ser genial o una puta mierda. En el caso de Tomás era lo segundo, ya que ella no sentía nada por él. Por eso finalizó la relación. Sus mariposas estaban dormidas y, al parecer, no querían despertar. Así que Tomás se sumió en un universo de tristeza, del que sus amigos pretendían sacarle. Pero daba igual, las mariposas pueden más que ellos. Pueden más que nadie. Son los animales más fuertes del universo. Provocan huracanes al otro lado del mundo, dicen. Por algo será... También dicen que el tiempo es la mejor medicina y el mejor de los médicos. Pero Tomás no quería averiguarlo. Le animaban con eso de que encontraría a una chica que sería LA chica, tarde o temprano. En esto pensaba mientras cogía el revólver de su padre del cajón de su armario. No quería averiguarlo.

2 comentarios:

  1. Madre mía, a eso lo llamo yo "perder la esperanza"...y eso no, ¿eh?. ¡Eso no! Que LA chica SIEMPRE aparece (:

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  2. yo revolver no porque no tengo pero muchas cosas locas se me han pasado por la cabeza.luego descubres que no merece la pena perder la esperanza por alguien que nunca la tuvo contigo y despiertas una mañana con ganas de mostrar a todo el mudo que aquí estás tú, que vales más nadie y antes de acostarte ves un rallito de luz al final del túnel y piensas que la felicidad existe

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