sábado, 22 de mayo de 2010

mi primera vez

Una sensación no muy habitual en mí recorrió todo mi cuerpo. Una mezcla entre nervios y...quizás miedo. Muchos nervios. Me habían dicho de todo un poco: que me iba a doler al principio, que hay que ir poco a poco...pero que merecería la pena. Que después esos nervios se traducirían en gozo. Que después ese dolor desaparecería y se traduciría en placer por la vida. Que ese poco a poco pasaría a un mundo nuevo de sensaciones que haría que nunca, jamás echase de menos la situación anterior.

Y tenían razón. Hoy, por fin, me han quitado la venda. Después de tantos años sin ver por culpa de algo llamado ceguera congénita, pudieron operarme. No sé cómo, pensé que era inoperable. Pero lo han hecho. Y ahora sé cómo es la vida. Nací hace 24 años, pero ésta es mi primera vez en el mundo.

lunes, 17 de mayo de 2010

visita

Laura salió de clase a las nueve menos cinco de la tarde. Llevaba todo el día pensando en esa hora. Deseando que llegase. Por un lado estaba cansada, ya que por la mañana tuvo que ayudar a sus padres a acabar de desempaquetar todas las cajas que quedaban. Odio las mudanzas, pensó. Pero no era ese el único motivo que hizo que hubiese estado toda la tarde mirando el reloj que gobernaba la pared de su clase. El otro motivo era, por supuesto, un chico. Había quedado con Javier a las diez y media en un bar al que iban desde que empezaron su relación, dos meses atrás, y que ya hicieron suyo. Así que, aunque le daba tiempo de sobra para ir a casa, dejar los apuntes, cambiarse de ropa e ir a encontrarse con él, se dio bastante prisa en abandonar el aula casi sin despedirse de sus compañeros.


Salió de la facultad con el mismo sentimiento de todos los días de que no podía ser bueno salir de clase de noche. Pero es lo que tocaba. Tenía amigos que no pisaban por clase e, incluso, aprobaban las asignaturas. Pero ella no era así. Le parecía hipócrita decir que era universitaria y luego no acudir a la facultad. Así que iba todos los días religiosamente. Ese día le vio por primera vez. Era un hombre que vestía de negro, con el pelo largo y que llevaba una gorra de baseball. Estaba apoyado contra la pared. No le dio importancia el que se hallase allí. Sería cualquier amigo o familiar de cualquier alumno que, como ella, salía a esa hora de clase. Así que siguió caminando despreocupadamente sin percatarse de que el hombre alzó la vista y la siguió con la mirada, observándola hasta que dobló una esquina y desapareció por la calle adyacente.


Cuando entró en el bar llegaba diez minutos tarde. Su madre había conseguido entretenerla un rato alegando que no tenía la habitación lo suficientemente ordenada. Mamá, acabamos de mudarnos, déjame respirar, le había dicho. Javier la estaba esperando pacientemente en la barra, con una caña ante él. Tras un beso apasionado, aunque lo suficientemente discreto, pidió otra para ella y se sentaron en la mesa que solían ocupar normalmente. Hablaron de todo un poco. De cómo las clases de ambos habían sido un coñazo. De la mudanza, que tenía a Laura un poco harta. Y de los planes para el verano, tema importante ya que ella era de allí, de Oviedo, y él de Burgos.

-Podríamos ir a mi casa en julio y a la tuya en agosto.
-Ya, pero no quiero conocer a tus padres tan pronto. No me malinterpretes, te quiero, pero me da un poco de vergüenza.
-Sí, tienes razón, la verdad es que sería un poco pronto. Pero me muero de ganas de conocer Burgos.
-¡Normal! Jajaja. No te preocupes, te prometo que te lo enseñaré a fondo. Te va a encantar. Ya nos arreglaremos. Pero no sé aún si me saldrán unas prácticas este verano. Llevo dos años estudiando Periodismo y me gustaría entrar en alguna radio.
-Te entiendo. Es importante. Si no te explotan demasiado y te dan días de descanso alguna vez, nos vamos por ahí: a Burgos o donde sea. Yo lo que quiero es estar contigo.

Siguieron charlando hasta que las necesidades fisiológicas se adueñaron de la voluntad de Laura. Se acercó al baño y, al pasar por la barra, se dio cuenta de que allí se encontraba el mismo hombre que había visto dos horas antes a la puerta de su facultad. Vestía de negro, tenía el pelo largo y llevaba una gorra de baseball. Al principio pensó que era casualidad, pero al ver que la observaba cuando salió del baño, se puso un poco nerviosa. Aún así no le dijo nada a Javier. No quería preocuparle con un asunto que podría no ser nada raro. Aunque ella no lo creía. Cuando se acabaron la segunda cerveza ella le pidió que la acompañase a casa. El lo hizo gustosamente. Se besaron y se despidieron.


A la mañana siguiente su madre la despertó más temprano de lo habitual.

-Venga, levántate, que nos tienes que ayudar a colocar una última caja, que se nos había olvidado.
-mmmjdhjpaldhic
-Veeeenga. Eso te pasa por salir por ahí entre semana. Ese novio tuyo...
-Es cuando nos podemos ver. El tiene clases por la mañana y yo por la tarde.
-Me da igual. Pues os veis el fin de semana. Lo importante son los estudios.
-Sí, mamá.
-"Sí mamá", pero levántate ya.

No tuvo más remedio que obedecer. Se duchó, desayunó y cogió la caja que había que colocar. En uno de los lados ponía "álbumes". La abrió y cogió el primer álbum. Eran fotos de cuando ella era pequeña. Le hizo gracia verse cuando iba a primaria. Al llegar al final cogió otro y, cuando vio la primera foto, se sorprendió al ver a su padre cuando era joven. Tenía barba y el pelo largo, pero rizado, casi a lo afro. Se rió un buen rato. Pero se le pasó enseguida cuando abrió el tercero y vio una fotografía que le llamó mucho la atención. Era una foto del pueblo de sus padres, en una pequeña plaza. En primer plano se veía a su abuela sentada en una silla de esas de plástico blanco. La acompañaba su abuelo, sentado a su lado. Entre ellos, de pie, sonreía su madre. Supuso que el autor de la foto sería su padre. Pero lo que le hizo dar un respingo fue la figura que se encontraba en segundo plano y que miraba al grupo fijamente. Era un hobre que vestía de negro, tenía el pelo largo y llevaba una gorra de baseball. Era él. El que había visto en la facultad y luego en el bar el día anterior. Y ahora lo veía en una foto familiar. Enseguida llamó a su madre.

-Mamá, ¿quién es este que aparece en esta foto?
-A ver...Pues no lo sé. Sería uno que pasaba por allí.
-Este es el pueblo de los abuelos, ¿verdad?
-Sí. ¡Qué triste esta foto!
-¿Por qué dices eso?
-Porque esta foto se tomó el día anterior de que se muriese la abuela.


Después de colocar los álbumes en su nuevo sitio decidió que iba a ir a la facultad de Javier a contarle lo del hombre que había visto en dos lugares diferentes y, además, en una foto de su familia. Si se daba prisa llegaría al cambio de clases y le podría ver. Se terminó de arreglar y, tras despedirse de su madre, que refunfuñó un poco al ver que no se ponía a estudiar enseguida, bajó a la calle. Al cruzar el umbral del portal, un frío recorrió su cuerpo. Allí estaba, en la acera de enfrente, mirándola. Vestía de negro, tenía el pelo largo y llevaba una gorra de baseball. Se puso nerviosa y apretó el paso. Miraba hacia atrás, pero él no la seguía, sino que se quedaba allí, de pie, observando cómo se alejaba. Cruzó una calle a toda prisa sin darse cuenta de que el semáforo estaba en rojo. Oyó un pitido muy fuerte y, antes de que pudiese apartarse de la trayectoria de esa furgoneta que avanzaba hacia ella, sintió el golpe y cómo caía al suelo. Abrió los ojos como pudo y lo vio ante ella. Vestía de negro, tenía el pelo largo y llevaba una gorra de baseball. Cerró los ojos, esta vez para siempre.